Alguien me susurró al oído el secreto de la vida. Pero no hay secreto, siempre es lo mismo: se nace, se crece, se madura, se envejece y se muere. ¿Quién pretende susurrarme lo que no sabe? No hay secreto, solo hay formas diferentes de vivirlo y narrarlo, las etapas son las mismas para todos.
Macondo es una forma de vivirlo y narrarlo. Macondo es Babilonia, Asiria, Egipto, Persia o Roma; el imperio español, francés o británico; también Estados Unidos o China. Se fundan, se expanden, tienen su época de esplendor, entran en decadencia y se extinguen, por sí mismos, por la voracidad de otros o por ambas. Y vuelta a empezar.
Estas son las cinco etapas del ciclo de la vida, para los hombres y las sociedades: nacimiento/fundación, crecimiento/expansión, madurez/ esplendor, vejez/decadencia y muerte/extinción. Mucha suerte tiene quien pasa por las cinco etapas porque, aunque no sea sinónimo de longevidad, sí lo es de experiencia. Scott Fitzgerald invirtió las etapas empezando por la vejez. ¡Qué desastre! El personaje de su novela estuvo desconcertado, fue un inadaptado y sufrió la incomprensión y la exclusión. Es mejor no alterar el orden natural de las cosas.
Sin embargo, las estaciones del año solo son cuatro, falta la quinta. Aquí no hay extinción ni muerte, porque el tiempo es el único ciclo que no termina, un bucle sin principio ni fin. ¿Quién sabe? Quizás la quinta estación, cuando llegue, sea el final de todo. ¿Quién puede susurrarme al oído este secreto? Si alguien lo atesorase, es mejor que no lo cuente. Yo, prometo no contárselo a nadie.
José Luis Águeda
Editor
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