Se han fijado que empieza a oler de otra manera. Empieza a oler a aire fresco. Algunos y compañía olían a naftalina, pero empiezan a oler a esquela, como Marisa, que durante mucho tiempo olió a naftalina rancia, luego olió a esquela y ahora cada vez huele más a olvido, porque ese es su destino, el olvido. Nadie les recordará después de muertos. Como a usted o a mí, solo nuestros seres queridos mientras vivan. ¿Tienen dudas? Pregunten quién era Capra, o Gaye, o Forsyth, o Suárez, ¡ah! Suárez, sí, ¿es un aeropuerto? Estos son los tiempos que corren cuando el aire es pútrido. Renovemos ese aire para que se recuerde a Frank, a Marvin, a Frederick y a Alfonso. Marisa, qué lástima que hayas formado parte de ese ambiente tan cargado y cerrado, al igual que Pedro, Miguel y compañía, pero cuando se abran las ventanas y puertas, con el aire fresco, puede que a vosotros también se os recuerde sin esa pestilencia concentrada y se os perdone vuestra diarrea incontinente de siglo pasado.
Pero mucho cuidado, que también huele a puchero. Se cocinan desde hace tiempo, a fuego lento, pucheros de mentiras, de trampas, de tahúres, de codicia… esos pucheros huelen a corrupción, a dinero sucio que provoca flatulencia verbal y congestión neuronal, como la de Silvia, Xabi y compañía. Esos pucheros pueden desplazar el olor a aire limpio y fresco que se acerca poco a poco. Los de la corneta coronada y compañía ¿a qué oléis? Esperemos que se vigile a quién los dirige.
José Luis Águeda
Editor
Deja un comentario